miércoles, 7 de septiembre de 2011

14.- EL ENGAÑO DE LAS SECTAS

Interesan los dólares
Tras los múltiples escándalos de las sectas suicidas, algunos de los cuales ya fueron narrados en una reflexión anterior, muchos creen que las sectas son grupos detestables que siguen a un psicópata.
Pero, la mayoría de las sectas no son suicidas, sino multinacionales que suelen disfrazarse de organizaciones de autoayuda (como Iglesia de la Cienciología), o de asociaciones culturales (como Nueva Acrópolis), esotéricas (como Meditación Trascendental) o simples grupos de amigos “que aplicamos la Biblia a nuestras vidas” (como Iglesia Internacional de Cristo).

El líder, los dirigentes y los adeptos

El líder: Cuentan tales y tantas maravillas de él que los aceptos llegan a creer que realmente es un hombre iluminado por Dios, que trae la luz, que está lleno de sinceridad y de buenas intenciones. Los adeptos son incapaces, por el adiestramiento recibido, de ver y aceptar la realidad, que su líder es un hombre vulgar, de personalidad psicótica, orgulloso y que únicamente persigue su beneficio.
Al líder no se le puede criticar ni cuestionar. Él, y sólo él, tiene la verdad porque está inspirado por Dios. El adepto sólo está para obedecer; si se resiste, se le desecha y aparta. Constantemente se le recuerda que la única razón de su existencia es traer nuevos adeptos a la secta.
Por este motivo es tan difícil razonar con los que van por nuestras calles haciendo proselitismo. Ellos confían ciegamente, nunca mejor dicho, en su líder y en sus dirigentes; cualquier intento de convencerles de lo contrario es pura utopía condenada al fracaso.

Los dirigentes: El error más grande que podemos tener sobre las sectas es creer que los adeptos son personas malvadas. Debemos distinguir entre los altos dirigentes y los adeptos.
Los dirigentes conocen toda la verdad de la secta pero la ocultan y manipulan, no sólo a los posibles adeptos sino a los que ya han ingresado en el grupo sectario.
Los dirigentes son los auténticos responsables de todo lo que ocurre en las sectas; ellos son los que, a pesar de conocer toda la verdad sobre el líder, su doctrina y sus métodos proselitistas, siguen manipulando y engañando a los demás miembros y, a través de ellos, a los posibles adeptos.
Tanto los líderes como los dirigentes de mayor nivel de las sectas mienten descaradamente con tal de obtener beneficio económico y permanecer en un status social de endiosamiento.

Los adeptos: Pueden estar de buena fe y ser sinceros, lo que constituye un arma muy poderosa en su tarea proselitista. Ellos realmente creen que son la verdadera organización de creyentes en la tierra. Desde su convencimiento, hablan del amor de Dios, se emocionan y muestran como amigos; en definitiva, hacen con otros lo que otros hicieron con ellos cuando fueron reclutados. Son víctimas de un adoctrinamiento que les impide darse cuenta no sólo de que fueron engañados cuando se unieron al grupo, sino de que siguen siendo engañados por las tácticas proselitistas ajenas a la verdad y basadas en el terror y la mentira.
El líder y los altos dirigentes no entran en contacto con los posibles adeptos, lo hacen a través de sus misioneros, de un amigo o de un vecino que pertenecen a la secta y que, por no conocerlos, no podrán dar los detalles más importantes sobre la verdadera identidad del grupo.

Finalidad de las sectas
La finalidad de las sectas es su propia multiplicación. Contra más sean, mayor será el enriquecimiento de sus dirigentes. Los fines que tanto les gusta airear son una tapadera.
Para lograr su finalidad emplean el terror y la mentira. Dicen que para “salvarse” es imprescindible ingresar en la secta, que sólo allí hay salvación, que hay que ocuparse en atraer a nuevos adeptos.
Siembran el terror anunciando un acontecimiento trágico para los que no se les unan ( el fin del mundo, el infierno, una enfermedad mortal, la locura o la ruina económica).
El terror y la mentira presionan a los posibles adeptos. Mienten o dicen media verdad y media mentira para ganarse la confianza, saben que, ganada ésta, se les cree y, cuando se les cree, se les sigue.
Llegados a este extremo el posible adepto ya está en el grupo de los que se salvan, es decir, ya ha sido captado.

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