sábado, 2 de julio de 2011

2.- APROXIMACIÓN AL TÉRMINO "SECTA"

Rincón de la mansión de
Edir Macedo
Etimológicamente, el término “secta” es el participio femenino del verbo latino “seco, secare” que significa cortar, desprender. 
Incluye, por tanto, la idea de separación y designa la entidad separada de otra entidad mayor y más antigua, como la rama desgajada de un árbol.
Definición histórico-lingüística
“Secta es la doctrina enseñada por un maestro y seguida por sus adeptos que se aparte de la tradicional u oficial”

Se trata de una definición desarrollada en la historia de la civilización occidental, particularmente con el dominio cultural del catolicismo romano en Occidente y con la Iglesia Ortodoxa en Oriente.
Con el paso del tiempo, la cristiandad llegó a ser dominante en el mundo occidental y la palabra “secta” adquirió una fuerte carga peyorativa. Se llamaba “secta” a los herejes, a los enemigos de la ortodoxia confesional establecida.
Es una definición limitada al aspecto religioso, donde todo lo que no fuese la religión mayoritaria o popular se consideraba “secta”, dependiendo de la cultura y tradición religiosa, o de la religión oficial reconocida por el Estado y según los países y las épocas. He aquí algunos ejemplos: hay países islámicos en los que las minorías religiosas son catalogadas como sectas; en Rusia, los católicos romanos son así llamados por algunos sectores de la Iglesia Ortodoxa; en Inglaterra, los puritanos y los cuáqueros fueron considerados sectas por la Iglesia Anglicana; en países budistas e hinduistas, las religiones distintas se llegan a considerar y denominar sectas.


Nuevo significado
Tras los diversos suicidios colectivos de grupos numerosos, a los que se les ha dado el apelativo de “sectas”, sin desaparecer el significado doctrinal, ha aparecido uno nuevo en la opinión pública mundial que asocia la palabra “secta” a una agrupación antisocial, siniestra, de conducta fanática y peligrosa.

Extremos a evitar


Primero: Usar el término “secta” como arma para descalificar a priori a “los otros”, los que profesen una ideología religiosa deferente, independientemente de que su trayectoria social sea positiva, inocua o negativa. Hay que diferenciar; si no se hace se está colocando el estigma de la intolerancia religiosa.
Las religiones tradicionales mayoritarias deben refutar, con argumentos serios, las posturas ideológicas de los grupos disidentes o nacientes dentro del marco de la libertad religiosa.
El Catecismo de la Iglesia Católica no califica como sectas a las grandes religiones históricas, como el Judaísmo, el Islam o el Budismo, sino que las llama “religiones no cristianas”. Tampoco denomina sectas a las iglesias Protestante, Anglicana u Ortodoxa. Los antes llamados herejes y sectarios han pasado a ser “los hermanos separados”.

Segundo: “Secta” es un término temido, particularmente por muchas transnacionales religiosas de reciente creación con comportamientos delictivos y pésimos records de derechos humanos. Algunos intelectuales y líderes de opinión pugnan por censurar su uso; otros, en cambio, proponen la eliminación de la palabra “secta”para quitar el componente peyorativo y sustituirla por denominaciones asépticas, como “Nuevos Movimientos religiosos”, “Nuevas formas de Religión”, “Nuevas religiones”, “Otras alternativas religiosas”, etc.
Conviene aclarar que las cosas deben tener el nombre que les corresponda según sus características y no otro. En consecuencia, lo primera será delimitar bien el contenido de la palabra “secta”y, conseguido esto, no tener miedo a aplicarla a todos los grupos que contengan esas características. 

Es un eufemismo querer dar nuevos nombres para ocultar una realidad, como es el cambio producido en las últimas décadas en el significado de la palabra secta. Antes era sinónimo de heterodoxia doctrinal, ahora, además, en la sociedad occidental se percibe como representativa de conductas antisociales realizadas por organizaciones engañosas que fomentan el fanatismo irracional y espiritualizan el delito.

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